...en clave de El Sur de Romero.
Villamartín tiene una historia relativamente reciente. Pues se conocen datos de este municipio en torno al año 1280, cuando los territorios recién cobrados para la corona castellana se repartieron entre los militares y caballeros que habían participado activamente en la conquista; a Mateo Dávila le tocó el lote que incluía esta zona, donde ya había un poblado árabe que se repobló.
Gentilicio: Villamartinense
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Desde 1284 fue señorío, si bien es cierto que volvió a manos islámicas al estar situado en un área de difícil custodia, y que según el signo de la guerra pasaba a unas manos o a otras. Recuperada años más tarde, se entregó a Sevilla en recompensa por los esfuerzos realizados para arrebatar Villamartín al árabe. Sevillana, pues, desde 1342, la localidad se comenzó a repoblar por obra de la nueva señora, Inés de Peraza.
En 1503 llega la Carta Puebla por concesión del Cabildo Hispalense, aunque una especie de arrepentimiento en este sentido hizo que Sevilla y Villamartín se enzarzaran en litigios hasta 1558, en que la Real Cancillería de Granada falló a favor del pueblo, recurre Sevilla y sigue el litigio hasta 1818 en que se falla definitivamente a favor de la población, se considera el pleito más largo de la historia de España con una duración aproximada de 270 años y 10 meses.
La zona de Villamartín tenia la zona de pasto más importantes del concejo sevillano y la que más problemas sufrieron fueron las del campo de Matrera. Esta zona, situada en la Banda Morisca, había sido otorgada por Alfonso X a la Orden de Calatrava en 1262 Posteriormente fueron perdidas por esta Orden, para ser recuperadas por Alfonso XI en 1341, quien las daría a la ciudad hispalense para incrementar sus bienes de Propios.
Debido a la inseguridad del territorio, la población de Matrera sería muy escasa, por lo que era utilizada como lugar de aprovechamiento de leña y madera, esparto, caza, pasto y sal, arrendándose anualmente su explotación. Era la zona de Sevilla de mayor riqueza silvopastoril, y como indican los propios contemporáneos la más provechosa para los ganados:
«... porque tienen agua e yerua todo el año e es más provechoso para traer los dichos ganados. E que todos los otros términos de los palmares e marismas son poco prouechosos e que en ellos no se han traido nin se puede traer hatos de vacas ni se criaron en tienpo alguno, saluo en los dichos cortijos {cortijo del Rubio y Alocaz} e en el canpo de Matrera»
El fin de la guerra de Granada también facilitaría la posibilidad de asentar en la zona una población estable. En este sentido se volvería a poner en marcha, esta vez con total éxito, el proyecto de crear el lugar de Villamartín, en cuyo término se integraría el Campo de Matrera, como coto cerrado para uso exclusivo de los vecinos de Villamartín que lo roturarían a cambio de no poder llevar sus ganados a los baldíos de Sevilla y su «tierra>> y del pago de un censo anual al concejo sevillano.
Este hecho provocó la airada protesta de los principales beneficiarios del aprovechamiento de los pastos del Campo de Matrera: Utrera y Lebrija, villas comarcanas y de notable vocación ganadera, que se vieron especialmente perjudicadas, tanto por el aumento de los cánones que tenían que pagar por el uso de el Campo de Ma trera, como por la posterior asignación de este Campo a Villamartín como término cerrado y adehesado, con lo que los ganados de estas villas no podrían entrar en él para pastar.
Villamartín tiene una historia relativamente reciente. Pues se conocen datos de este municipio en torno al año 1280, cuando los territorios recién cobrados para la corona castellana se repartieron entre los militares y caballeros que habían participado activamente en la conquista; a Mateo Dávila le tocó el lote que incluía esta zona, donde ya había un poblado árabe que se repobló.
Gentilicio: Villamartinense
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A Villamartín
Abreva en la línea del
Guadalete
El ganado de los tiempos
Entre reinos y cerros la
trashumancia
Por el de la Gloria y el
Alberite
Tierra de donadíos al sur
Concejo de disputas y
usurpaciones
De dehesas concejiles
Campo de amapolas bajo el
cielo azul
Villa de tierra abierta
Tierra de heridas cerradas
Secano en cerros ondulados
De caliza, arenisca y
variscita
Villa de piedra gigante
De armas, lunas y soles
Ídolos en ocre, zona de
fuego
Herbaje de tierra entente
¡Ay! Tierra de cabalgadas
Banda Morisca en campo de
Almajar
Dogmas de reinos en tus
lindes
Razias, rapiñas y algaradas
¡Ah! Frontera de
civilizaciones
¡Campo de Reyes y Dioses!
Entre mundos ancestrales
Caminos entre mieses y
canciones
Ya se marchan las luces
Ya se tostaron los terrones
En el cerro verdugo y el pajarete
Cae la bruma por las hoces
Retorna la mesta por las
aceras
Se desvanecen las
mesnadas, Las armas.
Vuelan los caballos, pasta el ganado
En el campo de Matrera
Expresiones literarias
Piropos a la provincia
Juan Romero
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Historia
Desde 1284 fue señorío, si bien es cierto que volvió a manos islámicas al estar situado en un área de difícil custodia, y que según el signo de la guerra pasaba a unas manos o a otras. Recuperada años más tarde, se entregó a Sevilla en recompensa por los esfuerzos realizados para arrebatar Villamartín al árabe. Sevillana, pues, desde 1342, la localidad se comenzó a repoblar por obra de la nueva señora, Inés de Peraza.
En 1503 llega la Carta Puebla por concesión del Cabildo Hispalense, aunque una especie de arrepentimiento en este sentido hizo que Sevilla y Villamartín se enzarzaran en litigios hasta 1558, en que la Real Cancillería de Granada falló a favor del pueblo, recurre Sevilla y sigue el litigio hasta 1818 en que se falla definitivamente a favor de la población, se considera el pleito más largo de la historia de España con una duración aproximada de 270 años y 10 meses.
La zona de Villamartín tenia la zona de pasto más importantes del concejo sevillano y la que más problemas sufrieron fueron las del campo de Matrera. Esta zona, situada en la Banda Morisca, había sido otorgada por Alfonso X a la Orden de Calatrava en 1262 Posteriormente fueron perdidas por esta Orden, para ser recuperadas por Alfonso XI en 1341, quien las daría a la ciudad hispalense para incrementar sus bienes de Propios.
Debido a la inseguridad del territorio, la población de Matrera sería muy escasa, por lo que era utilizada como lugar de aprovechamiento de leña y madera, esparto, caza, pasto y sal, arrendándose anualmente su explotación. Era la zona de Sevilla de mayor riqueza silvopastoril, y como indican los propios contemporáneos la más provechosa para los ganados:
«... porque tienen agua e yerua todo el año e es más provechoso para traer los dichos ganados. E que todos los otros términos de los palmares e marismas son poco prouechosos e que en ellos no se han traido nin se puede traer hatos de vacas ni se criaron en tienpo alguno, saluo en los dichos cortijos {cortijo del Rubio y Alocaz} e en el canpo de Matrera»
El fin de la guerra de Granada también facilitaría la posibilidad de asentar en la zona una población estable. En este sentido se volvería a poner en marcha, esta vez con total éxito, el proyecto de crear el lugar de Villamartín, en cuyo término se integraría el Campo de Matrera, como coto cerrado para uso exclusivo de los vecinos de Villamartín que lo roturarían a cambio de no poder llevar sus ganados a los baldíos de Sevilla y su «tierra>> y del pago de un censo anual al concejo sevillano.
Este hecho provocó la airada protesta de los principales beneficiarios del aprovechamiento de los pastos del Campo de Matrera: Utrera y Lebrija, villas comarcanas y de notable vocación ganadera, que se vieron especialmente perjudicadas, tanto por el aumento de los cánones que tenían que pagar por el uso de el Campo de Ma trera, como por la posterior asignación de este Campo a Villamartín como término cerrado y adehesado, con lo que los ganados de estas villas no podrían entrar en él para pastar.
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